YO SÍ VOY A VOTAR

Jorwen Rodríguez.- Es difícil lidiar con la frustración colectiva y entender el comportamiento social de un país como el nuestro, no hay analista o sociólogo que pueda diagnosticar una cura de conducta cuando hay hambre, desidia, incertidumbre, gente muriendo por falta de medicinas y la desesperanza parece haberse convertido en un decreto constituyente o un acuerdo del diálogo entre en la MUD y el Gobierno. 

 Resulta complejo intentar sustentar argumentos que promuevan la participación ciudadana luego de aquel panorama expectante, donde muchos de nosotros nos permitimos un tiempo, varios tiempos, varios días para trancar una calle, acudir a una marcha, gritar una consigna, abocarnos a un plebiscito o peor aún, sufrir como nadie las muertes incontables de inocentes, víctimas de la represión, del barbarismo, los oprimidos obligados a guardar silencio. 

 Se vuelve toda una paradoja confiar en un proceso electoral organizado por una institución cómplice, corrompida, gravemente sorda, gravemente ciega, gravemente responsable de la crisis como tantos otros, gravemente deslegitimada. 

 Abrazar los métodos democráticos como vía de resolución de conflictos, depositar la confianza en un político que va a prometer cuanto queramos y seguramente, va a cumplir cuanto le convenga, claro que sí, tenemos toda la razón en sentirnos engañados, en mostrarnos escépticos ante la estrategia inexistente de una oposición que en los momentos históricos siempre ha dado marcha atrás, pero no podemos permitirnos, como civilistas, entregarles el dominio político y territorial de las gobernaciones a los acólitos del régimen, no podemos permitir que una minoría sigue atropellando a nuestra gente. 

 Yo sí voy a votar, aunque desconfío en el proceso y estoy totalmente convencido que hoy más que nunca no hay garantía alguna del respeto a la soberanía, a la voluntad popular, no hay estado de derecho, ni condiciones democráticas. 

Yo sí voy a votar, pese al Consejo Nacional Electoral y sus trampas, a los cambios de última hora, la manipulación, el llamado abstencionista y la ridícula pretensión de querer legitimar un fraude constituyente. 

 Precisamente ese camino de condiciones adversas me obligan a creer que ejercer mi voto será un acto inédito de rebeldía, posiblemente un acto individual, silencioso, poco estridente, no será un grito, ni una marcha, ni va a borrar la huella profunda que ha dejado en nuestra historia la imposición de los opresores, las vidas arrebatadas, las condiciones perdidas y las tareas incumplidas por los políticos. 

Acudir a votar, defender el voto y a nuestros candidatos se tiene que convertir en la mejor manera de darle una lección al régimen, y demostrarle al mundo entero que en nuestro terreno, el de la democracia, el entendimiento y el libre ejercicio de los actos de conciencia, nosotros los civilistas somos victoriosos y capaces de derrotar la corruptela, las amenazas, los colectivos, el chantaje político. 

Votar masivamente puede convertirse en la mejor estrategia para imponer una transición negociada y demostrarle a la comunidad internacional que un grupúsculo nos tiene secuestrados hasta el amor por la bandera, yo no me voy a abstener ni a perder la oportunidad de apegado a un derecho constitucional abofetearle la cara al régimen, aunque hagan trampas, aunque no reconozcan los resultados, aunque pretendan juramentar a los gobernadores frente a la constituyente, no tendrán mi obediencia, ni la de millones de venezolanos, no habrá legitimidad para ellos ante el mundo. 

  YO SÍ VOY A VOTAR, con mi cédula de identidad, con mi frente en alto, atento, expectante, con muchas dudas sobre el proceso, descontento con la MUD y la dirigencia opositora, pero voy a votar porque no voy a renunciar a los métodos de la democracia, porque no creo en la barbarie ni la imposición del extremismo, yo voy a votar porque no voy a ceder al chantaje de la violencia.

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