Vinotinto.

Cada país por tradición tiene en su gentilicio una especie de fervor por su selección de fútbol, por el color de la camiseta y aún más cuando se está en eliminatorias pre mundialistas, la selección de fútbol es un sentimiento colectivo que desata pasiones, entre propios y ajenos, críticas y desencuentros con sus jugadores y de manera muy especial con su director técnico.

Sentimiento Vinotinto.
Entonces nuestra selección de fútbol, la venezolana, que no es la mejor del mundo pero es nuestra, antes le decían la cenicienta, la que nunca llegaba siquiera a las cuartos de final y el venezolano poco nacionalista la menospreciaba y otros de igual manera vivíamos el furor Vinotinto desde mucho antes de Richard Paez, pero el destino nos hizo justicia poética y poco a poco el esfuerzo, la dedicación, el entrenamiento, el sudar la camiseta de nuestra selección nos ha llevado a dejar de ser la selección cenicienta del continente e incluso soñar, sí, soñar... Los venezolanos somos muy soñadores y entonces soñamos con llegar a la final de la copa américa, soñamos con llegar al mundial ¿y por qué no? soñamos algún día poder ser campeones del mundo.

Goles de ilusiones...
Entonces aquel furor del sentimiento Vinotinto se concentra en una imagen a color de un campo de fútbol, donde más allá de la dignidad de un equipo, se juega la dignidad y el orgullo de un país. De un país que se une como pocas veces lo hace, sin distinción, sin pensar en la política, como pocas veces podemos conciliar los venezolanos en su mayoría, en ese momento sólo anhelamos que la ilusión se haga gol y el gol la tan anhelada clasificación

Y no siempre se gana, y no siempre se pierde... pero también decepciona ¿nos toca renunciar a otro sueño? parece que es parte de la epidemia que ahora representa ser venezolanos, nos toca renunciar a sueños de libertad plena, de justicia, de democracia, y ahora también debemos renunciar al sueño de ser Vinotinto mundialista? entonces nos agobiamos al instante parece que el delirio nos embargó la razón, son pocas las alegrías que nos da el país, incluso son pocos los momentos donde todos podemos conciliar en paz que somos venezolanos sin distinción alguna, pero el problema es más a fondo, un partido de fútbol no soluciona las coyunturas la epidemia las aberraciones de un país entero, pero una partido de fútbol regala alegría, anhelos, esperanza aunque nos decepcione el resultado, el esfuerzo y la dedicación nos enorgullece ¡cuanta falta nos hacen las alegrías! ¡cuanto más nos falta creer en nuestra selección! más allá de un partido, de una eliminatoria...

y debemos renunciar? jamás! aunque el resultado sea adverso, aunque los goles sean de ilusiones, un tiro de esquina nos sacuda las esperanzas y un córner escudriñe el alma, jamás debemos renunciar a la pasión de ser Vinotinto, de ser mundialistas, no podemos abandonar otro sueño, hace mucho los venezolanos estamos abandonando, y el furor y el fervor jamás podrán sobreponerse ante la identidad y la idiosincrasia de creer en la Vinotinto.

Sí, nuestra selección también nos duele, nos frustra, nos hace llorar y fustigar, pero nos da alegrías y buenos sentimientos, nos invita a conciliar, a ponernos todos la camiseta con el mismo color y la misma pasión, nos invita siempre a recordar que somos Venezolanos y que también somos Vinotinto, todos sin diferencia alguna.

Renunciar a un sueño es renunciar a seguir viviendo.

VIVA VENEZUELA! VIVA LA.VINOTINTO

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