Los Oprimidos

Jorwen Rodríguez.- No se ya cuántas veces he dicho que tengo arrechera, el verbo se me desdibuja de la rabia, no sé cuántas veces he dicho que me duele la espalda de tanta impotencia, pero soy incapaz de descargarla con nadie, solo abrazo una almohada y miro a la pared mientras enmudezco, nunca había llorado con tanta entereza. 

 Es una contradicción mi desplome y ya no sé cuántas veces lo he dicho y no me voy a cansar de decirlo, es asqueante, abominable y vergonzante tanto desprecio por la condición humana ¡Hijos de puta! ¿Por qué les disparan a quema ropa? ¿Por qué aceleraste? ¿Por qué le pasaste por encima la tanqueta? Y entonces abrazo otra vez el temible silencio de quienes son oprimidos. 

Después de la muerte se decretó el silencio, después del silencio alguien llora, después de llorar y con la voz entrecortada alguien empieza el coro, suena una himno y es un gloria, un gloria al bravo pueblo que se canta con una daga en el pecho, no es un himno de guerra ni victoria, es el himno del aliento, el himno de los libertadores, el himno de la nación de quienes son oprimidos. 

Una madre entre sollozos se aferra a una medalla en su pecho, la medalla que ya su hijo no recibirá en vida ni acto solemne, la solemnidad de la muerte rompe con el atroz crimen de quién le pasó por encima y le durmió los sueños, la ganas, la ambición libertaria. El mismo bárbaro al volante que despierta la furia de quienes quieren seguir luchando en la calle, en las canchas, en las aulas de clases, luchando para que su medalla sea de grado y no la medalla post mortem que reciben los héroes quienes son oprimidos. 

Una bandera en alto ondea con los colores volteados, una pancarta, diez cascos, 14 capuchas y varios escudos de cartón y madera, todos corren al frente, nadie huye, no hay voluntad de retroceder y una bestia salta con todo su desprecio, busca un momento de gloria, dispara ¡El muy desgraciado dispara! Y el disparo sentencia el silencio, han callado otro grito y la rebeldía de quién apenas tenía 17 años ¡Lo mataste! Lo mataste defendiendo al Emperador desnudo y esto no es el uso desmedido de la fuerza, esto la complicidad asquerosa en busca de un ascenso. Cegaste una vida valiéndote de un aberrante uniforme, el uniforme causante de los oprimidos. 

Los oprimidos resisten detrás de una barricada, los oprimidos se ponen de pie tras el ataque lacrimógeno, resisten con agua de azúcar para menguar el hambre, resisten sin diálisis, sin quimioterapia, sin medicina, los oprimidos resisten mientras les lanzan la cámara por un puente, les roban el teléfono, les secuestran los equipos y le apagan las señales, los oprimidos están escribiendo con lágrimas en los ojos, los oprimidos envidiamos al viento que aún es libre. 

 No doy crédito a tanto barbarismo, el plástico de la cédula de identidad lo fustigo, cierro el puño, tres veces grito, tres veces golpeo, somos víctimas de la represión incesante, somos víctimas de una banda criminal que nos mantiene en cautiverio. Somos los dolientes de Paúl, de Luis, de Fabián, de esos tantos por los cuales nadie ha pedido perdón mientras el presidente baila y se ríe, baila y pide diálogo, pretenden hacer pasar a la Fiscal por loca, un desdichado animador que no anima informa que mataron a “un guarimbero” y es tan hijo de puta como quién accionó el arma, es tan detestable como quién después de la detonación decretó el silencio, es tan abominable como quien voltea el rostro frente a las atrocidades de un régimen inescrupuloso. 

 Los oprimidos resisten, lloran, cantan un himno y abrazan la medalla, los oprimidos tienen dolor en la espalda y ondean la bandera, los oprimidos con cascos y escudos de cartón sigan en las calles intentando vencer el miedo, imponer la verdad, abofetear la indiferencia, intentando vencer el disparo del opresor que busca el ascenso.

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