Estado de decepción nacional

A donde quiera que usted vaya se va a encontrar lo mismo, colas, gente enfadada (arrecha), todo el mundo le hablará tocándose la cartera y seguramente redundará en su aporte. No hay otro tema, la crisis, el precio del arroz, de las carnes, el carro dañado, la novedad impoluta del racionamiento eléctrico, el oscurantismo que viven los pacientes renales, VIH, con tratamientos oncológicos, los hipertensos, los neonatos sin formula ni incubadora, la insolencia de un atraco, el desparpajo con cédula o sin ella, porque en el SAIME solo trabajan dos días, mediodía. 

 Seguramente se encontrará con algún espécimen que le dirá que esto va a cambiar, pero que es la guerra económica, la inflación inducida, el fondo monetario internacional, la pirotecnia verbal de la Asamblea Nacional, el niño o la crispación en los medios. Deténgase un momento, los bachaqueros, ahí todos vamos a coincidir; abusan, especulan, juegan con la necesidad del pueblo "Pero con ellos consigues de todo" dice el más resignado, "falta de gobierno" reflexiona el señor que aún añora a Pérez Jiménez, "algo tiene que pasar" parece una frase maldita, mal dicha, inconsciente, como sí ya no estuviese pasando de todo. "Esto está escrito en la biblia" y hasta fastidia escucharlo, no hay salida, "viajar a Margarita también es imposible" dice la doña que iba a Miami cada 15 días. En un restaurant abarrotado la gente continúa el desdén en la mesa, paga con la tarjeta de crédito, celebra que el establecimiento tenga electricidad, aplaude porque le sirven arroz.

 Allá en un bodegón, tasca, taguara, licorería, llámelo como usted quiera, unos preguntan por cervezas y esperan con estupor la negativa de una marca, el nuevo precio, la normativa comercial, mientras otros revisan los vinos, los whiskys, añorando cuando el sueldo les daba para batirse las penas con un mayor de edad. 

 Es que hasta las crisis tienen target, niveles, segmentos, grupúsculos y "Maduro está loco como una cabra" advierte un expresidente. 

 Un enjambre de carencias se erige en el país, mientras la solapa de un estado de excepción amenaza al indispuesto, al indignado, a quién no obedece, a los que se sublevan e insubordinados de hambre terminan lanzando piedras, estallando el cristal de una vitrina, torciendo los hierros de una puerta. Al gobierno lo aturde el descontento pero no le preocupa, con descaro Delcy lanza una bofetada continental "Podemos alimentar a tres países" unos se ríen, el representante de Estados Unidos responde y le exige que paguen, le deben a la ONU, a la OEA, a todos los proveedores, la única partida presupuestaria en bonanza es la propia, la de ellos, para no escatimar en gastos, ni en relojes.

 Cada quién enfrenta sus dramas, sus propias guerras, la crisis y el default administrativo familiar, hay quienes avisan que dentro de poco deben dejar de comprar proteínas, derivados de la leche y tampoco consiguen carbohidratos, de las frutas, ni hablar. Los más acomodados advierten que se acabaron las salidas, las cenas en la calle y las visitas periódicas al cine, la gran mayoría de los venezolanos ya no planifica vacaciones, ahora la prioridad es otra, la huida, mientras despides a un amigo, vecino o familiar en el aeropuerto vas agendando tu propio itinerario para el viaje al exterior, intentando ser inmigrante en un país donde al menos haya agua, las crónicas del viacrucis de quienes no consiguen medicamentos abundan, se nos está muriendo la gente de mengua, los niños, las abuelas, los adultos contemporáneos o peor aún, nos está matando la violencia, la indolencia como peste. 

 Sirva este preámbulo entonces para oficializar el decreto y dirimir las disyuntivas entre quienes extrañamos la nutella, el jamón de pavo o la harina pan, entre quienes necesitan un jarabe para la tos y los que sufren a diario al dilema de no encontrar los anticonvulsivos, entre quienes dejaron de viajar a la isla margarita en agosto y los que añoran con despecho los fines de semanas en La Florida, eso sí, que quede claro, para este autor nada es más importante que los alimentos de primera necesidad y los tratamientos médicos permanentes. 

 No importa con el grupo que usted amigo lector se identifique, seguramente también le compete la carestía y le roba el sueño el hambre, la necesidad perenne, la explosión social que ocurre a diario cada 15 minutos. 

 Informamos a los pueblos del mundo, a los amigos, a los vecinos, a la conciencia propia que lo único excepcional en el país es la seguridad integral para todos los ciudadanos, estamos en medio de un Estado de decepción nacional, un escenario social y económico depresivo, sí, puede que el presidente esté loco como una cabra y la espada de Damocles desquicie en su atrincheramiento a quienes se les tambalea el poder o “el negocio redondo” del bolivarianismo chavista, a fin de cuentas, aquí no hay orden, como tampoco pretende imponerlo este decreto, asúmalo como quiera o como pueda, hagamos el ejercicio permanente de intentar mantener la razón. 

  A los veintinueve (29) días del mes de Mayo, de dos mil dieciséis (2016)

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