El futuro que nos robaron por Jorwen Rodríguez

El domingo en la madrugada mataron a un amigo, 7 balazos, lo iban a secuestrar y salió corriendo, maldigo y minutos después me ahogo en el silencio. Reviento a llorar sin detenimiento, me duele, me duele pensar que él es uno más de los otros tantos que el lunes amanecieron muertos, el hampa no tiene itinerario, matan, se matan, nos matan, me desespera el desparpajo, la indolencia. 


Un ministro se regodea ante la prensa, en gaceta amanece un decreto que autoriza el uso de armas mortales como “último recurso” para disuadir protestas, manifestaciones o cualquier tipo de reunión, todo a discreción de la fuerza, es la solapa de una licencia para disparar primero “y preguntas después (…)” La fiscal se indigna ante las sanciones en su contra por omisión, petulancia y todo lo que pueda ocurrírsele ante el uso desmedido de la violencia y la violación a los derechos humanos, el defensor del pueblo con todo y su rock, sus poemas y sus músculos se preocupa por los toros, justifica “la tumba” un sótano en pleno centro de la capital del país, sin baño, sin luz del sol, 7 celdas y tres estudiantes detenidos sometidos al agravio, al extravío “pero tiene aire acondicionado”. 

 En cadena nacional de radio y televisión el Presidente amenaza, grita, se ríe, bromea, luego se descoloca, insiste, pide tregua y luego cierra el puño, es un festín de contradicciones. Lo secunda el presidente de la Asamblea Nacional, entumecido con los ojos entre abiertos o entre cerrados, nadie sabe, frunce el ceño y sin titubeo amenaza, insulta, enaltece el desparpajo, días antes advertía preferir desaparecer antes de claudicar, dedos lo señalan pero él “es poderoso”. 

Leopoldo López ignora su disfonía, desde su celda en Ramo Verde lanza gritos y consignas llenas de convicciones, llega Lilian y sus hijos para cobijarlo un instante. La mitad de la oposición política lo ignora, otros lo reclaman, preso, exiliado en su propio país, la dirigencia partidista lo detesta, el hombre tuvo el coraje “las bolas” para abandonar a su familia y entregarse sabiéndose inocente, el ex candidato pide leche y en cada tweet bromea. El movimiento estudiantil fraccionado exige respuestas, soluciones, justicia. Venezuela se desmorona, de a poco caen los trozos y las migajas, la corrupción superó los grandes ligas del béisbol, el futuro que nos robaron está en Suiza. 

 Son apenas los 8:03 de la mañana y ya me he tomado seis tazas de café, desde que amaneció estoy llorando, perdí el pulso hace más de media hora, la asfixia me enmudece, hoy es 12 de febrero “Día de la juventud en Venezuela” hace un año mataron a Bassil Da Costa, Robert Redman, días después a Geraldine Moreno, sigo? Puedo hacerlo, son muchos, es mucho el desparpajo, fue excesiva la lluvia de perdigones y de bombas lacrimógenas, balas, disparos al aire o a quema ropa, detenidos, maltratados, a un joven lo violaron con un fusil, los patearon, los escupieron, les reventaron las entrañas con el idioma, Daniel corrió hasta acalambrarse, tuvo que irse, lloré, Jery estaba insolada, lloré, emboscaron a 43, lloré aún más y grite tres veces fustigando mi cedula de identidad. Uniformados rompieron constituciones, desbarataron familias, infectaron de abominación a un país, reinventaron juzgados, abarrotaron a otros, sesgaron expedientes, reprimieron y fueron condecorados, saquearon las arcas de la poca dignidad que aún quedaba en la república y se declararon en guerra, en la del poderío del régimen gubernamental contra la fuerza y el vigor de cientos de jóvenes que no queremos irnos, de jóvenes a quienes Venezuela no les cabe en la maleta y que hoy, hace un año el miedo les estrujó cada entraña por donde la sangre circulaba con la única convicción de que el país no se acaba, no sin antes luchar por el. 

 Tiemblo de rabia, intento adormecer el desenfreno, hoy es día de la juventud en Venezuela y casas de estudio amanecen con las puertas cerradas, obedientes, abnegadas a la crisis profunda que atraviesa la patria, tan prostituida y vilipendiada, en la casa que vence la sombra están presos, el despliegue militar y policial les avizora una arremetida de gases y perdigones, el país se desangra. No hay bonanza, ni progreso, no hay certidumbre, al menos no para el ciudadano de a pie, no para los jóvenes, a esos que nos robaron el futuro prominente, a nosotros que sin tener cuentas en suiza ni fúsiles, nos tienen tanto miedo y a la vez tanto desprecio. No hay banderas ni estandartes ondeando en el frente de las casas, la Batalla de la Victoria se desvanece entre el moho y la polilla de los libros, el 12 de febrero inolvidable, el de la cita con el lado “correcto” de la historia aunque la historia no tiene lados, el de la rebelión civil y del cual hoy sobrevive la esperanza de un país que padece dormitando con el corazón atrincherado.

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