Condolencias por Jorwen Rodríguez


PR-Opinión.- Una taza té humeando sobre la mesa de noche, el aire acondicionado aturde con sus ecos huecos, al fondo suena la reproducción de un disco de jazz anglosajón, la luz permanece apagada. Yo estoy aquí, mi sombra se refleja en la pared con la luz del monitor, el teclado tartamudea, conozco tan bien sus letras que ni siquiera me atrevo a mirarlas, estoy aquí, estoy vivo, transitando por un país que parece una encrucijada, condolencias, mis sinceras condolencias. 

 Tantas cosas he querido decir durante estos últimos días que terminé por no decir nada. La historia colonialista, la santa inquisición, la coordinadora democrática y la revolución Bolivariana destacan en el menú de esta indigestión. Intento encontrar titulares, datos novedosos. Quiero escribir sobre la inmortalidad del cangrejo, contextualizar un despecho o describirles los ojos color miel de una musa. No puedo, otra vez el país, este bendito país, me entrecorta las lágrimas y un texto, no puedo callarme ante tanta insolencia. Condolencias, mis sinceras condolencias. 

 A los venezolanos no solo se nos ha muerto la capacidad de asombro, a muchos, se les han muerto la fe y la esperanza ¿Cómo vive un hombre sin fe y sin esperanza? ¿Quién abrirá el mar rojo para transitar por un camino fértil entre las aguas? Las noticias de sucesos abundan en la prensa, hace tres meses un padre, hace una semana una dama, hace tres días un joven hace unas horas un diputado. 

 La esperanza intenta esfumarse, vanidosa escapa de tanta prohibición, tiene vida propia, es vida y la vida se nos está acabando "hay más balas que acetaminofen". La fe es mucho más trascendental, no es para todos los hombres, no es de todos los hombres, merodea en silencio, a veces desapercibida, lo intenta, sigue ahí, a la espera.. 

 Somos víctimas de la peor deshumanización, la barbarie no se inhibe, pese a las mentiras del señor gobierno. 

 Señor gobierno, condolencias, mis sinceras condolencias.

 Tan solo en un fin de semana en el país se registran como mínimo 10 muertes violentas, sanguinarias, atroces, pasionales. Ni Truman Capote, ni Heberto Camacho, es la realidad venezolana, es el contexto país. La indolencia nos carcome las entrañas, la irracionalidad política abate el duelo, no hay abrazo, ni pésame, ni condolencia. El gobierno se inventa otra gesta, la oposición busca centimetraje en la prensa. 

 Durante los últimos años, las excusas son un vaivén de virus y contrabandos. Conspiraciones reales y otras tantas inventadas. La inseguridad se sirve como plato principal en la mesa, todos la rechazan, la miran de reojo y se asquean. Alguien la prueba y entonces, se convierte en la “hecatombe” somos víctimas de una epidemia corrosiva, el deterioro social y la putrefacción complaciente con los grupos delictivos nos siguen matando, nos están matando. 

 En el discurso, la oposición la recuerda, sabe que hablar de inseguridad moverá la fibra humana, activará los sensores, desvanecerá el alivio. La tensión, el miedo y la incertidumbre están justificados, el reclamo colectivo se abarrota de razones y el “liderazgo” lo convierte en un argumento político contra el gobierno.

 El gobierno, exige justicia como si la desconociera, clama por encontrar culpables. No abandona su rol de verdugo “no pide clemencia”. Durante quince años se ha encargado de emular a Ernest Hemingway, aquel famoso cuentista, recrean la inseguridad como una fábula del “adversario” ridiculizan la “sensación” del ciudadano de a pie, manejan las cifras como cuaderno escolar y las adornan con los colores primarios. No les importa. Coño. No les importa, amenos que sirva de argumento político contra su adversario. 

 Mientras la taza de té se enfría, el disco de jazz está a punto de terminar. Bajo la mirada para secarme una lagrima, su espesor es inmedible, también es una condolencia. La realidad es eso, realidad aleatoria, operante, circunstancial. La inseguridad es fiel, fidedigna. La indolencia y el desparpajo se arraigan. El discurso sigue siendo antivalores, de enfrentamiento, poco conciliatorio. No podemos estar de acuerdo, ni siquiera cruzar miradas porque sería la cobranza de un traicionero. 

 La tragedia sigue empañando mis letras y desolando a las musas del poeta, en el mundo de los pasajeros en tránsito seguimos dando condolencias, mis sinceras condolencias.

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