OPINIÓN | La huérfana realidad venezolana

Venezuela hoy enfrenta una de las peores crisis de la era contemporánea, la mayor  debacle económica, político, social y cultural de la república. 

Jorwen Rodríguez | País de Rumores .- Venezuela es un país tradicional en su cultura y en su concepción social, la imagen paterna en la familia siempre tiene un valor predominante en las acciones de sus hijos y en futuro del hogar. Quizá entonces eso es lo que a este país le hace falta, un “pater familias” o un tio, un abuelo, una mujer, quién sabe.

 El país nos exige ante su huérfana realidad que alguien se atreva a tomar el rumbo de casa, que actúe con diligencia, con vocación, con responsabilidad, que actúe como gobierno, todo eso que no es capaz de hacer Nicolás Maduro. 

 La crisis consumada es tan corrosiva como los niveles de corrupción que alcanzaron hasta el más bajo escalón social. Un afán casi inescrupuloso por hacer negocio con las necesidades del pueblo, un trajín pragmático donde el chantaje, los intermediarios y los “gestores” tienen un papel protagónico en cualquier proceso burocrático e institucional que involucre al ciudadano de a pie. Quizá es el resultado de un gobierno políticamente basado en el chantaje, la mentira y la sumisión del afecto, un gobierno que durante años nos ha hecho creer que su labor social es voluntaria y no una obligación constitucional que viene adjunta con el cargo que ocupan y que a muchos les ha quedado grande. 

 Basta con salir a la calle e intentar comprar siquiera algo de comida, una medicina o un jarabe para la tos. Largas colas bajo un inclemente sol, entre insultos, improperios, paraguas y guardias nacionales que ahora custodian los supermercados y no la soberanía nacional, alguien con un poco de razón exclama un grito de desesperanza “Tenemos patria” ¿La patria? Si, esa que tanto han prostituido y mancillado durante estos tiempos de revolución, la patria que solo existe en el alma y que está siempre donde se es feliz, quizá por eso ya muchos buscaron patria en suelo americano, no es Venezuela ni su gobierno quienes auspician la suprema felicidad social. 

 La mediocridad y los lineamientos del partido privan en las decisiones de gobierno, un país manejado al azar “como vaya viniendo vamos viendo”. Se toman medidas económicas improvisadas, casi ridículas e inaplicables, cambian nombres, cambian formas, exigen un nuevo requisito, su divisa inagotable es la incapacidad ¡Son unos incapaces! Avizoran tiempos de cambios, Nicolás amenaza con un “Sacudón” quizá el sacudón más grande seria reinstitucionalizar el país.

 La Asamblea Nacional, el poder público, la defensoría del pueblo y hasta el consejo nacional electoral son instrumentos de la cómplice desvergüenza de un proyecto político inexistente, fracasado. 

 El aumento de la gasolina ya no es un advertencia, es casi un hecho palpable ¿Alguien cree en el debate? Es sin duda una medida que desde el primer instante en que el gobierno asoma la posibilidad es porque ya tienen precio, fecha y medidas del ajuste. ¿Cuáles serán sus efectos? El desbalance económico es catastrófico, mientras la inflación astronómica estrangula el sueldo mínimo venezolano y la escasez de productos orienta la calidad de vida a contribuir con un sistema que solo funciona de contrabando, a discreción del precio, del valor real ¡Estamos nadando en la mierda! 

 Este ha dejado de ser un país para la gente, deambulan por las calles asesinos, hampones, ladrones de cuello blanco ¿Somos una sociedad de las cavernas? Un asalto a mano armada, las muertes violentas abarrotan los titulares de prensa en las pocas páginas de papel periódico que circulan a diario. Estamos varados en el congelamiento de nuestra conciencia, la “normalidad” y la sensación esperanzadora de que esto algún día va a cambiar nos hace callarnos y casi con sepulcral resignación aceptamos que estamos condenados y que tenemos a Venezuela por cárcel, porque la ineficiencia de las instituciones públicas aún no han expedido el pasaporte y la deuda con las aerolíneas nos dejan sin vuelos en medio del aeropuerto internacional de Maiquetía donde hay que pagar por respirar. 

 La oposición acuerda un dialogo, se sientan en la mesa a escuchar cuanta barbarie pueda pronunciar Nicolás, no hace más que otra cosa, escupe en la pirotecnia verbal, se codea de la verborrea repetitoria, se enreda en conceptos políticos y balbucea mientras intenta aludir una sapiencia y una legitimidad de la que él no goza.

 Es tan mediocre la dirigencia opositora como las políticas de gobierno, el divismo injustificado de Henrique Capriles, la locura un tanto irresponsable de Leopoldo López, la elocuencia discursiva de María Machado y el añejo fracaso de los partidos políticos. 

 La huérfana realidad venezolana exige una transición real, una extrema diligencia que garantice remendar la descomposición social que hoy abarrota las calles de violencia, desenfreno, injusticia, desazón y largas colas.

 Hoy, este no es un país decente ni para la gente, hace falta quien asuma la responsabilidad de reconciliarnos, de construir sobre las ruinas, un gobierno capaz de dar respuestas oportunas y soluciones inmediatas, todo eso, que no es la revolución bolivariana, ni el señor Nicolás Maduro. 

 Con fe, sin esperanzas…

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