Posdata: Abandona la razón de un absurdo

Hay días, semanas y hasta meses donde las horas se hacen eternas. El tiempo parece detenerse a cada instante con una imprudente insistencia, alcanza para todo o para nada, escasea el sueño y sobra la melancolía, faltan las ganas, el ánimo, abunda la conciencia, los consejos y el inseguro pensamiento. 

 La vida se hace un vaivén entre lágrimas, recuerdos y falsas sonrisas, los sentimientos abundan como abundantes son las dudas, las ganas de hacer lo correcto y el miedo a equivocarme de nuevo. Y aquí estoy, escribiendo otra de mis interminables cartas, esta es esa semana interminable donde el tiempo transcurre como grano en reloj de arena. 

 Algún amigo me cuenta su historia, su viacrucis, el desenlace poco alentador de enfrentar sus miedos. Lo escucho con atención y sus palabras van calando hondo, haciendo un eco intermitente, goza de razón en lo que dice, lucha con sus lágrimas y ese nudo en la garganta mientras afirma que, está “Bien”. Posiblemente asumió que este es otro de sus fracasos y que esto supuestamente es vida, tiene que levantarse ¿Quién sabe? Quizá mañana le espera algo mejor, quizá. 

 Entre su narrativa logro identificarme, tal vez todos tenemos la misma historia, tal vez no siempre es diferente, un patrón que se sigue, una apuesta que se hace, una carta que se escribe, una canción que se dedica y miles de verdades que se dicen. Verdades que son tan ciertas como los sentimientos, esos que se aferran en el sistema límbico y abarrotan la cabeza de múltiples inseguridades. 

 Me dice que es mejor no acostumbrarse a nadie, ni exceder en el nivel de confianza, enreda la conversación entre cosas personales y asuntos pendientes de trabajo, hace falta un trago o una cerveza, estoy escuchando atentamente una crónica anunciada, me va a pasar lo mismo y no lo entiendo.

 En la travesía varios buenos amigos se acercan y dan un consejo, interrogan y hasta hacen suponer distintas situaciones, mi único argumento es la fe, es la creencia y la devoción religiosa a este sentimiento que a diario me asfixia, debo verla, sonreír, aparentar que ya con eso estoy conforme y continuar. 

 Yo necesito respuestas y no hay quién pueda dármelas, ni mi raciocinio ni su desenfadada forma de ser, ella encuentra como justificarse, en su exquisita rareza, en su suspicaz sonrisa, en mi amor y mi admiración sin remedio. Ya es tarde y llevo días obstinado, intentando evadir la costumbre, justificando mi mal humor, inconforme con lo que doy y mucho más con lo poco que recibo.

Quizá deba buscar la razón, quizá yo no pertenezco a tu mundo, ni a tu burbuja. Quizá todo fue tan pronto que acabó, tal vez privó la razón o las ganas de hacer lo correcto, tal vez la reciprocidad no existe, me estoy equivocando y esta vez creo que sabré detenerme, somos dos mundos distintos, dos universos paralelos, dos visiones planetarias, tú eres la primera árabe y yo la guerra en Vietnam, dos revoluciones distintas. Creo que es mejor detenerme ahora, congelarme en el eco de la Antártida o derretirme en el silencio del desierto, estoy en un lugar donde no pertenezco, en el sitio que no me corresponde.

Creo que es mejor el exilio, los muros y las fronteras, tomar distancia, alistarme en un ejército ermitaño de indiferencia, abandonar el sentimiento y la rareza, mudarme de entorno porque a este no pertenezco, aquí no vive nadie, nadie que pueda escuchar mis silencios ni meditar con mis latidos, esto es un absurdo porque aquí no pertenezco, porque el absurdo abandona, abandona en el tiempo, en la razón y en la promesa 

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